“Sabemos que los niños y niñas
pueden jugar en cualquier lugar con las más diversas condiciones externas, y su
imaginación puede superar los ambientes más hostiles y austeros, pero también
sabemos que el entorno físico que nos rodea, condiciona nuestras conductas, y
por ello trasladándonos a la escuela nos damos cuenta de la importancia que
tiene cómo organizamos la clase. Encontramos que al diseñar los espacios se
puede convertir en un instrumento poderoso que apoye nuestras ideas y ser así
un participante directo en el proceso de aprendizaje y desarrollo de los niños.
Cada uno de nosotros puede
brindar espacios distintos a nuestros alumnos y alumnas que den soluciones a
los diversos interiores que se desarrollen en el aula a lo largo del curso.
Debido a la infinita variedad de intereses, de grupos humanos o de profesores,
los ambientes que se crean en las clases son siempre diferentes aunque partan
de los mismos planteamientos e ideología.
En la parte de nuestro proyecto
de equipo correspondiente a la organización de los espacios, hemos anotado
aquellos que ya hemos experimentado en años anteriores. Cuando hemos decidido
estos espacios en la clase no es porque sean los únicos posibles, sino porque
son los que hemos observado que pueden cubrir el abanico de intereses de
nuestros niños.
Por ello el espacio no puede ser
uno sólo; si tenemos en cuenta la diversidad de alumnos y por tanto la
diversidad de intereses vamos a desembocar en una diversidad de espacios, unos
pequeños otros más grandes, unos con sillas, otros sin ellas, etc., las cuales
estén en función del juego o actividad que se desarrolle en él. Estos espacios
pueden llamarse unidades de actividad, “zonas de aprendizaje” o “rincones” ya
que cada uno utiliza uno de los aspectos educativos que lo definen”.
Loli Díaz, del diario de reuniones
0 comentarios:
Publicar un comentario